Por momentos, el sol acaricia mi piel.
Por momentos, las hojas del manzano, ¿acaso con envidia? tapan al sol bailando mecidas por la brisa y se posan también sobre mi, extendiéndose oscilantes e inquietas..., hasta que se van.
De nuevo aparecen los rayos del sol, que me obligan a posar sobre la hamaca, apoyado en mi cadera, el hermoso libro que ayer comencé a leer.
Siento desear que se nuble y que pare la brisa para poder seguir leyendo..., "con lo que me gusta el sol".
El cielo se vuelve gris.
Cúmulos, cirrocúmulos..., turbulencias por las alturas: ¿Barlovento y sotavento? Más abajo, "al socaire", la calma.
Estiro las piernas y los pies y desdibujo las nubes, para luego emborronarlas un poco con mis pequeños pinceles, tiñéndolas ésta vez de rojo, anaranjado y carmesí, haciendo que asome así la puesta de sol.
Exahusta, termino de leer a Javier Marías ¿Cómo se sentiría él tras escribir las cuatrocientas una páginas?
Dejo muchas hojas marcadas..., pero tardaré en releerlo; y no lo haré por la noche, como dicen que debe leerse.
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