MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

jueves, 29 de mayo de 2008

NUESTRAS “ FALLAS “,









Algunas fotos del hayedo de la ENRAMADA, hechas el pasado Otoño durante un día de leña, o cubierto por el blanco manto de la nieve.
Este hayedo nace a los pies del Castro de La Corona, sobre Pola de Somiedo, a unos 600 metros de altitud, y, recorriendo toda la ladera, alcanza al pico Molinón a 1.500 metros para continuar hasta la Braña de Sulapena, a 1.600 metros de altura, bajo las altivas miradas del Rebezo y Pena Chana, ambos por encima de los dos mil.

Centenares de hayas crecen en este tupido bosque a veces salpicado por avellanos, acebos, mostellares y cerezos, que crecen a la sombra de unas elevadísimas fayas que al cielo parecen querer besar. Solo cuando envejecen, aparecen esos troncos retorcidos, vestidos de musgos y líquenes y llenos de oquedades que cobijan una amplísima fauna.
Es una enorme despensa de hayucos que alimenta osos, urogallos, ardillas…
Lugar mágico donde todo es abundante: Fauna, flora, frutos, hongos, duendes, sonidos, murmullos, silencios… belleza, VIDA.
A sus pies aún permanece visible la cicatriz de La Roza, uno de los tres treitoiros a través de los cuales los troncos bajaban rodando, para en el camino poder cargarlos en los carros y ser llevados a cada casa, para proporcionar fuego y calor en los largos inviernos, además de su gran utilidad en la construcción y en la elaboración de múltiples e ingeniosos utensilios.

Las hayas, junto a los robles, son aquí imprescindibles en las grandes obras de arquitectura rural: HORREOS Y PANERAS.


Le dijo el Fresno a la Faya, si no fuera por vergüenza, ardería bajo el agua.

martes, 20 de mayo de 2008

Chuecas, chocarinos, esquilas y badajos…





    Lo que permanece de momento, a pesar del éxodo del mundo rural y el ritmo decreciente de su población, es el uso ganadero vacuno en estos abundantes pastos calizos.
    Hace años, las casas eran pequeñas, como las ganaderías, y, las familias grandes, así como las tierras de cultivo que las alimentaban.
    Hoy las casas son cada vez más grandes, las familias mucho más pequeñas, las tierras de cultivo abandonadas y los pocos ganaderos que sobreviven, lo hacen con un número inmensamente mayor de vacas; ¿excesivo en algunos sitios, si sus gases contaminan tanto como nos dicen ahora???


    Huyendo de los cada vez menos duros inviernos, nuestras listas vacas al igual que sus ascendientes-as, las vacas de los vaqueiros, alzan a valles más bajos y cálidos, incluso al centro de la provincia. 100 vacas de Somiedo al lado de Villabona y el ganadero se queda aquí en Perlunes, EL MUNDO ESTÁ UN POCO AL REVÉS.


¿ Desaparecerán así los Vaqueiros?


   Si pagan para que se prejubilen, para que dejen de producir, si los xatos se ceban en Zaragoza para que vuelvan bien ¿hinchados?, e importamos los excedentes de ¿leche? de Francia, ¿no habrá alguna mente despejada que pueda despejar esta incógnita ?

   De momento y a la espera de un futuro incierto, aún es posible ver grandes rebaños de vacas roxas en los prados y en las brañas con sus inseparables chuecas y esquilas, rompiendo el silencio de los valles.


   Cuando se oía una esquila o una chueca, reconociendo el sonido, sabíamos de qué casa eran las vacas que se acercaban o pasaban.



Todas iban hermosas adornadas con sus collares y colgantes, aunque sin pendientes...


Al llamarlas, siempre vienen a por su puñado de sal.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Perdiéndose entre la niebla de la mañana..., el burro o pollín, y la pollina...



También desaparecen del paisaje rural.
Ya no llevan el cucho a las tierras en los serones, ni traen los sacos de patatas, porque no quedan TIERRAS.
 Ni tampoco cargan con la ceba o el verde de los praos en las parigüelas, aunque se sigan segando en Primavera con el gadañu y haciendo regulares marayos.
Los pocos burros que quedan, principalmente porque comen poco, tristes y aburridos, ni se les oye rebuznar Tal vez debido a que en la otra ladera, no haya otros burros que contesten a su cantar.
Al faltar los ferreiros que hagan herraduras para poder ferrarlos, y estar los caminos asfaltados o con cemento, casi están mejor así, descansando en el prao…

viernes, 9 de mayo de 2008

Cabezadas, sillas, albardas, cinchas, alforjas, parigüelas, serones, herraduras, espuelas, maneas…








Hoy, todo duerme un largo sueño. Todo ha dejado de ser útil.

Los vaqueiros, hace años que ya no recorren su camino de ida y vuelta a caballo; cada familia subía al Puerto con dos, tres, o cuatro caballerías.
Caballos, machos o mulas que luego pasaban el verano paciendo en la Veiga Ventana. Hoy es imposible volver a contemplar ese paisaje equino.

Los brañeiros del Coto, también dejaron de subir a la braña a caballo. Se acabó el ritual de ver a Servando cada día de cinco a seis de la tarde preparándose para ir a brañar.
 Primero quitaba la manea al caballo, y luego le ponía la albarda que ataba bien con la cincha;sobre ella las alforjas con el menú de cada día: pan, vino, chorizo o jamón y dos o tres huevos para hacer la tortilla..., las setas ya estaban en la braña. En el fuego del llar y con leña de piornos.

 Dice él, que no hay sitio alguno en el mundo, en el que la tortilla sepa como en Momián.

Llevaba además los bidones para bajar la leche a la mañana siguiente y así cada día de Mayo a Octubre, cada año, toda su vida, desde niño hasta que se jubiló.
Cuando brañaban las mujeres, vestidas con faldas o sayas, nunca de pantalones, subían montadas en el caballo de lado, es decir, con las dos piernas hacia el mismo lado, sobre la barriga del animal.
Recuerdo haber montado a caballo así de niña; me subía a una pared, con el ramal acercaba el caballo a mí y me sentaba; si el caballo se movía iba al suelo de picaraconte.
 Una vez jugando en La Roza, caí al montar a caballo y me hice una torcedura en un pie, hoy sería un esguince. El tío Benjamín preparó un remedio mágico a base de clara de huevo batida, manteca y jabón, con el cual me untó bien el pie, que luego vendó con trapos y llevé nueve días, tras los cuales me quitaron aquella escayola artesanal que curó mi torcedura para siempre.

Cada día pasaban a caballo por El Coto camino del Valle, Juan el cartero, Faustino el lechero, Cipriano el de la luz, D. Hilario a decir misa los domingos y la gente que viajaba a Oviedo y volvían en el rápido o en el correo hasta la Pola, desde donde subían a caballo.

Hoy, ver un caballo atado a las puertas de casa, asombra y es motivo de admiración, fotos y recuerdos, y no sólo por su hermosura y esbeltez.

martes, 6 de mayo de 2008

ESPINO ALBAR...




Que con tu floración anuncias el fin de las heladas; floreces temprano, a primeros de Mayo, en esta Primavera adelantada, acaso fruto del  ¿cambio climático ?; siempre hubo climatología cambiante.
Ya lloverá, ya.
Con ese estallido de flores, llega el momento de poner el güerto: lechugas, tomates, pimientos, guindillas…

 
Ya verermos lo que recogemos en verano y otoño.

 Al menos los majuelos y escaramujos, para hacer una agria confitura que acompañe los platos de caza en invierno, ya se están formando.

Dios y el cucho pueden mucho, pero sobre todo, el cucho.
Y el sol, y el agua, y una mano quitando las malas hierbas; si las dejamos florecer, saldrán ocho años seguidos.