Dedicado a quien lo plantó: mi abuelo materno, AURELIO ÁLVAREZ ÁLVAREZ, LÓPEZ Y FLÓREZ; a él le gustaba así, con los 4 apellidos.
Silence..
Miles de hojas de hermosos tonos ocres y dorados vuelan estos días (como cada otoño) alrededor del cerezo que les dio vida, buscando su lugar en el suelo.., en la escalera de traviesas que hay a sus pies; sobre la gigante piedra-solarium, sobre el muro que separa el prado, de la Iglesia de San Miguel.., llegando a posarse en las escaleras del campanario. Están por todas partes..
Todos los cerezos que podemos ver hoy repartidos en el entorno de la casa y salpicando el hayedo, proceden de este cerezo centenario que plantó mi abuelo, y de todas las cerezas que dio a lo largo de estos años; gracias a la colaboración de los pájaros que han contribuído a dispersar las semillas, hoy podemos gozar de estas bellas imágenes repartidas por todo el valle. Son claramente visibles en Primavera (pues su floración precede a los primeros brotes verdes de las hayas) cuando cientos de motas blancas salpican el hayedo.
Cada hoja, simboliza cada gota de sudor de las manos que le plantaron en ese preciso lugar; al borde del muro para que sus raíces no ocupasen mucho prado (crecen en tres direcciones ocupando las 3/4 partes de una circunferencia) buscando agua y alimento. A pesar de ello, es un cerezo de señorial porte, y, sagrado.
Gracias querido ABUELO por dejarme tantos y tantos recuerdos.
Silence..
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