MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

martes, 25 de octubre de 2011

RÉQUIEM POR EL VALLEDOR, I.



      El fuego que el pasado domingo asoló la hermosa tierra del Valledor, partía de la braña de Collada. Llevaba varios días quemando, una vez más, como cuentan los vecinos que trataron de apagarlo cuando, desbocado por el viento, inició su descenso ladera abajo hasta alcanzar el pueblo de Collada. Comienzo de su largo caminar por uno de los valles más hermosos de esta zona.

     No es nada nuevo que se queme la braña de Collada, al igual que no es nuevo que se queme el pinar de Bedramón. Se repuebla con especies no autóctonas. Se quema. Se limpia. Se vuelve a repoblar…Se vuelve a quemar. En los veintitrés años que llevo en Allande, lo he visto muchas veces. Demasiadas veces ya. Aunque nunca los ¿intencionados? fuegos habían alcanzado tal magnitud, ni causado tanto daño.

     Siempre se dijo: Donde hubo fuego, siempre quedan brasas. Lo comprobé el pasado domingo, mientras disfrutaba del cálido y ventoso día otoñal, haciendo bicicleta –parte de mi rehabilitación- en el corredor de casa, cuando atónita veo que tras cinco días apagado, se reaviva el fuego en el hayedo de la Enramada. Nunca, ni  varias generaciones anteriores a mí ni yo tampoco, habíamos visto quemar el hayedo.

     Si quema un hayedo centenario….Como no va a quemar el Valledor. Lugar con un microclima tan especial, en el cual se recogían dos cosechas de miel al año. Tierra de viñedos y de importantes cultivos de cereales, los cuales permitían  que en  el molino de Iñaga viviese y trabajase  un molinero…

     El QUERIDO VALLEDOR, que dormía silencioso abandonado por la mayoría de sus vecinos, quedando pueblos enteros vacíos y otros con una sola persona todo el año, como Collada. Un hombre solo en su pueblo. Aquí llega la SOLIDARIDAD de la gente del campo. Cuando desde enfrente vieron el fuego descendiendo por la ladera acudieron todos a apagarlo, sabiendo que Benigno, estaba solo. Como él dice, las llamas pasaban por encima de los árboles y de las casas, continuando su largo y rápido recorrido. Por segunda vez, la casona de la familia Uría, se salvó del fuego.

     Nada pudieron hacer ante la rapidez del viento que unido al fuego –nefasta combinación- asolaba todo a su paso: casas, cuadras, pajares, almacenes, cierres, praos, monte, maquinaria, cortines, talameiros…, se fue todo. Animales salvajes… ahora que había vuelto el oso. Si hubieran personas caminando por esos montes como tantas veces, no les hubiera dado tiempo a huir. El Valledor está alejado y  perdido, a una hora en coche de un Allande, que también está perdido en Asturias.

Si no hubiese llovido, cuando las llamas alcanzaban Berducedo…

     El fuego se llevó una parte muy  importante de las parroquias vieja y nueva…SAN MARTIN DEL VALLEDOR, el más importante pueblo de la zona. El que en otra época llegó a tener cinco comercios, el último de los cuales, regentado por Paco Y Amparo, sobrevivió al abandono poblacional muchos años, para deleite de los que por allí pasaban. Esa casa tan vivida ya no está. LA CASA que con tanto amor trabajo  y mimo, Antón García Linares recuperó llenándola con lo mejor de la Vida Rural, y mostrándola gustosa a todo el que se acercase a verla, tampoco está.

     Sobrecogen las imágenes y sobrecoge ver a Antón entre las ruinas de lo que era su vida, hablar con calma, pidiendo ayuda para sus vecinos. Pidiendo que rápido se declare lo que todos los amantes del Valledor, nunca hubiésemos deseado: la declaración  de zona catastrófica para ese valle encantado.

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