MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

lunes, 13 de mayo de 2013

THE MOON.

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   Emerge de la nada en la noche oscura, como si fuese la primera vez. Pero no. No lo hace tímidamente. Asciende con ímpetu y fuerza hasta situarse en su sitio. Hasta situarnos en nuestro lugar.   Hasta hacernos diminutos a sus pies, bajo su luz, mientras pasamos atónitos de la sorpresa y la inquietud, a la más absoluta  admiración. Silenciosos, quietos, extasiados. Presos bajo el influjo de la luna.

Fue en Australia.

   Me hubiera gustado presenciar ese espectáculo aquí, a la orilla de un mar tranquilo, o desde la cima del Cornón. Seguir su deambular nocturno. Dormir allí, contemplándola. Soñar con su silencio, rozando su silueta con los dedos. Despertar al alba, para decirle: Que descanses.

martes, 7 de mayo de 2013

MUJERES asturianas anónimas, I


   El pasado día 30 de Abril se cumplían 17 años ya del fallecimiento de mi abuela paterna, María Llanos Tronco, natural de La Brañueta, Puentecastro y, residente en Tuña, todos ellos en Tineo, a los 90 años.
   Tras una larga vida marcada por el desasosiego que provoca la tragedia de haber perdido a su única hija a la temprana edad de 17 años, víctima de la leucemia.
   Parte de mi niñez, viví con el temor a atravesar esa etapa de la adolescencia. El miedo que es libre y únicamente sirve para coaccionarte e impedir que disfrutes, y, los dichosos genes hereditarios a los que temía.
   Cruel, el obligado abandono de la vida a los 17 años, y, terrible futuro para los que se quedaban.
Ello marcó para siempre el carácter de mi abuela María.
Poco tiempo después, de nuevo la tragedia se cruzó en su camino.    Mi abuelo paterno Benjamín (llamado el homón de Tuña, imagino que sería muy alto, pero no le recuerdo), se iba también. Una tonta y aparatosa caída desde el balagar de la yerba, al camino que había debajo del prao, provocaba su muerte casi instantánea, sin haber llegado a los 70 años. Él sufrió menos tiempo la falta de una hija a la que adoraría seguramente..
   A la pérdida de la única hija a temprana edad se sumaba la del compañero de viaje.

   Hace tiempo que entendí el estado nervioso y angustioso que padeció María. Lástima. Cómo la hubieran ayudado unas necesarias dosis de calmantes y relajantes. Pero no, nunca encontró consuelo alguno.
   No era capaz de estarse quieta un instante. Sus nervios no le daban tregua, y, ¡no quería ir al médico!.
   Su angustia se prolongó indefinidamente. Con ella estaba José, su hijo soltero, prendado al alcohol, el cual siguió el fatalista destino familiar y, con poco más de 60 años se murió ahogado con un trozo de jamón.

  Mi abuela María seguía ahí. Luchadora, fuerte, rebelde, inconformista, ¿caprichosa y rara?. Qué más da. ¿Quién podría osar juzgar su comportamiento conociendo su triste realidad?.

   A veces decía que se despertaba a la 1, las 2, o las 3 de la madrugada (si es que había podido conciliar el sueño)  con hambre, o con ansia, y se levantaba a comer.  Comía lo que encontrase por la cocina: Lacón, tocino, chorizo..., no tenía colesterol, ni triglicéridos..., tenía algo mucho peor la pobre: Desazón.
Estaba sana, muy sana.
   Solo una neumonía pudo con la fuerza y la energía vital que la acompañaron en su largo camino. Un camino lleno de piedras y obstáculos a los que tuvo que adaptarse como pudo y, en aquellos tiempos que le tocó vivir.
 Su cuerpo pequeño se había cansado de luchar.
   A veces me pregunto. ¿De qué me quejaré? ¿De qué nos quejaremos tantas veces?.




   Esta pequeña, vieja, y simple silla pintada de blanco, es uno de los pocos recuerdos que me quedan de ella. Y cómo no, la tengo en un rincón hermoso, rodeada de vida, dónde puedo disfrutar de ella...


   Hoy viernes, pocos días después de haber escrito  esto, pasé por Tuña en una de esas periódicas visitas al cementerio. A lo poco que me queda de ellos en ese precioso pueblo...Lucía un sol espléndido, un día cálido donde los haya. Tuña está a muy poca altitud. Allí ya llegó la Primavera, todo luce hermoso, o serán mis ojos que lo ven así...








Creo que no.
   Es un pueblo sobrado de bellezas: de Palacios, de hermosas casonas, de maravillosas y bien conservadas paneras, de generosas huertas, de viñedos abandonados, de historia, de manos artesanas, de gentes de pueblo, de vida lenta y rural, de ríos cantarinos, de valles silenciosos, de grandes valores e incalculable Patrimonio.

Tierra de un imán, que no te  puedes despegar...Tampoco quiero.