MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

martes, 15 de abril de 2008

El lago del valle y sus tesoros...




Es el mayor lago de Asturias con una superficie de 230.000 metros cuadrados y 45 metros de profundidad, que embalsan 2.503.000 metros cúbicos de agua.
A 1.570 metros de altitud, la tonalidad de sus aguas varía del azul turquesa al marino, y al verde esmeralda o al blanco cuando una capa de hielo lo cubre en invierno.
Si el lago es hermoso, hermoso es el paisaje que lo rodea, o el cielo que lo cubre y en él se refleja.

 Desde dentro de él, flotando entre sus aguas dulces, lo que apetece es cerrar los ojos, para abrirlos de nuevo y contemplar una vez más tanta belleza, y nadar en un agua que ni pica en los ojos ni está salada, como decía mi hija mayor cuando se bañó en él por primera vez.
Hoy duerme, apresado en la cabecera inicio de la lengua que llega a Pola de Somiedo.
Lo que ahora conocemos como pradera del Valle, por la cual ascendemos desde el pueblo hasta el lago en un cómodo paseo de una hora, estuvo cubierto por las aguas del lago al igual que el pueblo; un lago de más de 5 km. de longitud represado por la montaña y con un desagüe al río Saliencia, hasta que el umbral fue erosionado por la acción del río Cueva o del Coto, que nace en otra cubeta glaciar hoy desecada. O tal vez obra de alguna XANA enfurecida que arrancó su trozo de tierra hasta un río, para que éste la llevase al mar.
Fue, es, y seguirá siendo, ese espejo en el que se puedan mirar las nubes y las aves que lo sobrevuelan, pero no el hombre que lo minimizó con enormes muros, tal vez desconociendo la existencia de esa palabra.
Antes de que esto sucediera, el lago ya era generador de riqueza. Tras cada deshielo o época de grandes lluvias, se desbordaba regando y haciendo fértiles los campos a su paso y alimentando a los vecinos del Valle y el Coto, con la cantidad de truchas que dejaba esparcidas por las praderas.

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