MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

viernes, 9 de mayo de 2008

Cabezadas, sillas, albardas, cinchas, alforjas, parigüelas, serones, herraduras, espuelas, maneas…








Hoy, todo duerme un largo sueño. Todo ha dejado de ser útil.

Los vaqueiros, hace años que ya no recorren su camino de ida y vuelta a caballo; cada familia subía al Puerto con dos, tres, o cuatro caballerías.
Caballos, machos o mulas que luego pasaban el verano paciendo en la Veiga Ventana. Hoy es imposible volver a contemplar ese paisaje equino.

Los brañeiros del Coto, también dejaron de subir a la braña a caballo. Se acabó el ritual de ver a Servando cada día de cinco a seis de la tarde preparándose para ir a brañar.
 Primero quitaba la manea al caballo, y luego le ponía la albarda que ataba bien con la cincha;sobre ella las alforjas con el menú de cada día: pan, vino, chorizo o jamón y dos o tres huevos para hacer la tortilla..., las setas ya estaban en la braña. En el fuego del llar y con leña de piornos.

 Dice él, que no hay sitio alguno en el mundo, en el que la tortilla sepa como en Momián.

Llevaba además los bidones para bajar la leche a la mañana siguiente y así cada día de Mayo a Octubre, cada año, toda su vida, desde niño hasta que se jubiló.
Cuando brañaban las mujeres, vestidas con faldas o sayas, nunca de pantalones, subían montadas en el caballo de lado, es decir, con las dos piernas hacia el mismo lado, sobre la barriga del animal.
Recuerdo haber montado a caballo así de niña; me subía a una pared, con el ramal acercaba el caballo a mí y me sentaba; si el caballo se movía iba al suelo de picaraconte.
 Una vez jugando en La Roza, caí al montar a caballo y me hice una torcedura en un pie, hoy sería un esguince. El tío Benjamín preparó un remedio mágico a base de clara de huevo batida, manteca y jabón, con el cual me untó bien el pie, que luego vendó con trapos y llevé nueve días, tras los cuales me quitaron aquella escayola artesanal que curó mi torcedura para siempre.

Cada día pasaban a caballo por El Coto camino del Valle, Juan el cartero, Faustino el lechero, Cipriano el de la luz, D. Hilario a decir misa los domingos y la gente que viajaba a Oviedo y volvían en el rápido o en el correo hasta la Pola, desde donde subían a caballo.

Hoy, ver un caballo atado a las puertas de casa, asombra y es motivo de admiración, fotos y recuerdos, y no sólo por su hermosura y esbeltez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rosalía, es precioso recordar el pasado. Nos invade la nostalgia, pero en la mayor parte de las ocasiones, siempre miramos atrás, sin darnos cuenta de un maravilloso presente. ¿No crees?
Un abrazo, grande.
celia

Mª Rosalía Garrído Alvarez dijo...

Hola Celia, tal vez sea así; yo también disfruto el presente, pero ello no me impide ver como asistimos impasibles a la muerte de nuestro pasado. Asturias es verde,vida y naturaleza a borbotones, que sola, sin la mano de los mantenedores de éste paisaje no podrá sobrevivir.Piensa en tu querido Valledor y en el Puerto del Palo, cuando una gran cicatriz en forma de carretera, lo cruce hacia La Marta, llevádose por delante parte del camino de Santiago, la antigua de la época romana además de la Sierra de Carondio y sus túmulos funerarios. Todo ello ya estaba aquí mucho antes que nosotros,al igual que los centenarios robles y hayas del Toral en Pola. Si no somos capaces ni de conservar lo que llegó hasta nuestros días, por unos " xigantones de ferreiro",como en éste caso, nuestro paso es bastante inutil. ¿ Qué futuro nos espera ?, no acierto a imaginarlo.
Un abrazo,
Rosalía