MI PARAÍSO...

MI PARAÍSO...
Es ese lugar para soñar...al atardecer, viendo las puesta de sol en las largas y cálidas tardes de verano, a la sombra de la parra, degustando lo que cada uno quiera. Relajados sobre una mullida manta extendida sobre la yerba. En las cómodas tumbonas y hamaca, a la luz de las velas, con buena música, o escuchando el silencio, o los sonidos de la naturaleza. DISFRUTANDO.

jueves, 24 de julio de 2008

Días de sol, calor y sudor, meses de verano...












Julio, el mes de la yerba, de trabajar desde el amanecer hasta el anochecer, también está pasando a la historia.

Eran otros tiempos, cuando los hombres iban a otros pueblos o concejos a trabajar de segadores. Así llegó mi Padre desde Tuña, uno de los más hermosos pueblos de Asturias, al Coto- Somiedo, de segador.

Empezaba la siega, por los praos más bajos del valle y terminaba en los más altos, la pradera de Cueva y Momián, tras un mes largo de trabajo y sudor; si hacía buen tiempo se empezaba a finales de junio.

Amanecer en el prao segando, esfuerzo sobrehumano para las oscilantes cinturas de los hombres… las mujeres detrás esmarayando… con el agradable aroma de la yerba recién segada…al día siguiente darle otra vuelta para que secara y si amenazaba lluvia se hacían las picas, que de nuevo se abrían al salir el sol; una vez seca se hacían los montones, hasta recoger todo el prao, para luego carretarla toda seguida…

Se empezaba un jamón para el mes de la yerba, que junto al chorizo, las tortillas de patata, la cecina rebozada y grandes latas de sardinas, hacían el menú diario de meriendas en el prao…todos los días cargando con la cesta y algo de café negro para subir la tensión que el calor y el esfuerzo de cada día bajaban. Decía mi abuela que no había huevos más ricos que los de el verano, ya que las pitas se pasaban el día en el prao recién segao, comiendo todas las semillas…la tortilla en el prao claro que sabía mejor y los huevos, si había muchas pitas ponedoras, se conservaban hasta dos meses en la panera, escondidos en las arcas entre granos de trigo…no llegaran las neveras, eran tiempos de fresquera… para guardar los quesos tiernos, las mantecas y el dulce de manzana y membrillo, siempre en el postre del verano…


Llegar a casa con el ramo puesto en el último carro, casi era día de fiesta... Levantarse aun de noche para xuncir las vacas con las arbías, poner el carro con los estendochos, cargar garabatos, forcaus, palas y sogas, y salir camino de la pradera, varios carros del pueblo cada día, cantando sus ejes… sonidos que no se olvidan…era necesario llegar antes de que diera el sol, para que no moscaran las vacas… y de regreso, todos en fila por el estrecho camín real, ya que no se cruzaban dos carros…siempre bajaba sentada en el carro, encima de la yerba…Al llegar al pajar se soltaba la pareja de vacas, dejando el carro empicao delante del buqueirón, y a meter la yerba , los nenos-as dentro pisandola, saltando, empujándonos para caer y vuelta a subir…y tragando polvo.

Cuando se llenaba el pajar y no cabía más yerba, se hacían los balagares en el prao, con un tronco bien enterrado en el suelo y unas cuantas ramas de fresno alrededor de él, para aislar la yerba de la humedad del campo; se empezaba a poner yerba y se iba ensanchando dándole forma de pera, los jóvenes rodeando al tronco y pisandola y los hombres subiéndola con las palas, hasta casi tapar el tronco, se cubría la parte superior con un plástico en forma de paraguas para protegerlo de la lluvia y peinándolo bien alrededor con el garabato, hasta dejarlo perfecto y listo para cuando fuese necesaria la yerba, ir con el mesón y el goxo a buscarla. Al final, un respiro sentados a su lado con suave y mullido respaldo…



Los de Urria tenían toda la yerba amontonada en los praos, hasta el 15 de agosto que bajaban las vacas de Sousas para carretarla; era el momento de dejar aquellos pastos a las ovejas de el Coto que estaban en Sulapena…y los veranos más estables que ahora, que lo permitían.


Después llegó la segadora, tras ella el tractor y la empacadora y con ellos desaparecieron de nuestro paisaje rural los montones, los balagares y los carros…y gran parte del trabajo. Como la evolución continúa, ahora lo que vemos son montones de plásticos blancos y negros esparcidos por todas partes una vez que las vacas se comen esa yerba fermentada que huele a podre…pero que es tan buen alimento… ya ni el sol es necesario para secarla…



Alguna no la quieren ni regalada por no recogerla, así sirve de abono para los frutales…

Y yo queriendo conseguir un gadañu con su stil y su cachapo…por eso me dicen ¡ estás loca !,no, no creo…generalmente cuando más valoramos las cosas, es cuando las perdemos.

miércoles, 16 de julio de 2008

Más sobre ovejas y pastores...calor, frío, soledad, oscuridad...




Los rebaños que vimos en Chagüezos y Cebolléu, son del mismo propietario, de Torrestío en León, el cual tiene otras mil y pico merinas en Torre de Babia.

Ya los Reyes Leoneses veraneaban en Babia…

¿ Pasarán éstos rebaños el invierno en Extremadura?, o se quedaran en la ribera castellana; el uso trashumante es el mismo, de junio a septiembre-octubre en el fresco norte y el resto del año en Castilla o Extremadura, lo que cambia es el método, antes venían pastores extremeños cada verano, con sus rebaños a pastar las frescas y amplias vegas somedanas.

Hace unas décadas, el Conde de los Campos de Orellana, enviaba por tren hasta León y desde allí en camiones, a sus rebaños, con perros y pastores. A los pastos altos del Coto llegaban 800 merinas, primero a la mortera menuda del Coto, entre el Lago del Valle, al cual bajaban a beber, y Peña Orníz y después ya a la Salgada. Las nacidas el otoño anterior, venían sin pelar, las más viejas, ya esquiladas… El resto de ovejas se repartían entre La Cueta y Torre de Babia. El pueblo del Coto tenía establecido el arrendamiento de esos pastos y el nº de cabezas que podían pastar en cada zona. El pueblo se comprometía a tener preparado el chozo en el que dormiría el pastor todo el verano: reparar la cubierta de piedras, cubrir con tapinos para impermeabilizarla de nuevo tras el intempestuoso invierno, asegurar la puerta y hacer el camastro con palos y sobre ellos, gorbizos; allí envuelto en mantas, se refugiaba el pastor ante la inmensidad del cielo estrellado y la proximidad de los lobos.
Era un día de trabajo en sextaferia, para varios vecinos del pueblo.

Hoy, esos chozos están en ruinas y sus puertas en abertal, carentes de goznes y sonidos…Solo se escucha el silbido del viento…

El pastor a su vez, invitaba a los vecinos del pueblo a comer una oveja a su llegada y les regalaba otra antes de irse, en el otoño.
Un año, en septiembre llegó la nieve antes de marcharse las ovejas y todo el rebaño descendió hasta las Veigas en las proximidades del pueblo, allí estuvieron varios días hasta que se fue la nieve y pudieron subir de nuevo por Sousas.

La primera oveja, la preparaba el propio pastor de dos suculentas maneras, según dicen los que la comieron. Mataban y pelaban la oveja y recogían la sangre; sin tiempo de oreo ni maduración en cámaras frigoríficas, se preparaba de inmediato; haciendo una hoguera en el monte, hoy impensable, y en grandes calderos, preparaba primero la CHANFLAINA, guiso elaborado con todas las vísceras, la sangre y miga de pan, bien cocido y espeso, cuentan que delicioso…El segundo plato era el resto de la oveja guisada en CALDERETA, un manjar, cuentan los vecinos, acompañado todo de botas llenas de vino y buen queso…

Un otoño, o tal vez más, fueron desde Momián después de cenar, cinco brañeiros a caballo y con un serón a buscar la oveja del pastor y a comprar otra; ya estaba el pastor con su rebaño en Chagüezos saliendo hacia Babia, a dos o tres horas a caballo desde nuestra braña, cuando al oscurecer llegaron los del Coto. Imagino al pastor, muy falto de compañía humana tras pasar tres largos meses viendo campo, perros y ovejas, pero con ganas de trabajar…les preparó una oveja en chanflaina y caldereta que degustaron todos. Cargaron las dos ovejas en el serón y de nuevo a caballo a Momián, cantando, bajo los efectos del vino, de noche, sin linternas,VEIAN LOS CABALLOS…llegaron a Momián al riscar el día.

Era una de las escapadas que se hacían desde la braña, había más…
Vivir entre esos picos, con los mejores amigos del hombre...
Dicen que a las pastoras de Villar, cuando bajaban de las brañas tras el verano, les olía el culo a tomillo; a las del Coto les olería a arandaneras y sideritis, ¿ y éstos pastores?,
¿ qué aroma les acompañaría en su regreso?